Prefiero que seamos amigos
¿Quién no ha escuchado en algún momento o a lo largo de su vida esta terrible frase? Una sentencia que condena cualquier expectativa hacia la persona amada, que te destruye la ilusión de ser el objeto de deseo, de pasión, de formar una pareja, de ser la media naranja de tu amor.
En esta entrañable comedia francesa vemos a dos amigos, tan cercanos y tan cómodos en la compañía del otro, que cuando uno de ellos quiere cambiar las reglas de la amistad, el otro está totalmente cegado y es incapaz de ver más allá.
La obra también plantea otro tema universal en el mundo femenino; el abrupto cambio de estatus cuando pasas de una cierta edad. La sensación de ser repentinamente invisible para el sexo contrario.
Como dice la antigua canción inglesa: “No one loves a Fairy When she’s forty” (Nadie quiere una hada cuando tenga cuarenta años).
La lucha interna de la mujer segura de sí misma, hecha y derecha, con toda una vida a sus espaldas , independiente y satisfecha consigo misma que se enfrenta a la terrible inseguridad y el miedo de no ser nunca más deseada y no volver a ser dichosa en el terreno del amor. Estás caducada. ¡Se te ha pasado el arroz! Hay que actuar ya o aceptar tu destino de ‘nunca más’.
Esta comedia de aroma fresco y ágil nos lleva en un viaje divertido con giros inesperados, conversaciones salpicadas de ironía, frustraciones y deseo sexual no correspondido. Vemos a nuestros dos protagonistas bailar un tango pero ni con la misma canción ni con el mismo paso.
Las relaciones y la búsqueda del amor nunca son fáciles y aquí disfrutamos de la odisea que es para Claudia y Valentín aprender a quererse.