Sofia empezó como proceso de exploración, y en ese lugar se mantiene. Tras su paso por diversos proyectos (como Escorpio o POU) necesitaba hacer algo sola. La música es para Sofia una especie de canal que rompe los muros conceptuales en los que permanecemos atrapados y que hace tambalear el espacio y el tiempo. Dentro de esa extraña dimensión podemos distinguir sus letras, que combinan lo surrealista con la simpleza en la que se expresan los sentimientos, y su sonido, que evoca el minimal y el synthwave de los 80.

 

Su debut cristaliza después de un año de trabajo, un año de búsqueda para conectar con esas cosas a la vez íntimas y universales desde el lenguaje y la música por el camino de la electrónica. Sus pistas tratan del desamor, la rabia y la fatiga, aflicciones que intenta subvertir o, quizá, dar más intensidad, con un toque bailongo y naíf. Sofia está convencida de que la música es contradictoria de por sí, y de que, de hecho, ese es uno de los pilares de su autenticidad. La música, dice la artista, nos ayuda a gozar de la tristeza.