LA FURIA. Cía. Somos Vértice
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Shakespeare enmarca su pieza dentro de una doble cáscara, como primera invitación a pensar que nada es lo que parece. Un borracho despierta rodeado de gentes que le hacen creer que es un noble señor, poseedor de grandes riquezas, y allí mismo, para él y los presentes, presenciará la historia de La Doma de la Furia 1 . En ella, y al son de la música de fiesta, Darinka Minola proclama que no casará a su hermosa hija Blanca hasta que su otra hija, la arisca y brava Catalina, no encuentre pretendiente capaz de contraer matrimonio con ella. El juego está servido. Plazos y pretendientes puestos en marcha, graciosas disputas, severos encuentros, lances y juegos de disfraces para hacerse con el dulce tesoro del amor. Hasta allí llega Petrucho, bravo mozo que pretende conquistar el temperamento de la salvaje hermana mayor. Y es aquí donde la comedia alcanza su máxima temperatura, pues descubrimos que la lucha comienza a ser una auténtica carrera por la dignidad y por el respeto. Un enérgico embiste contra la incomprensión y la intolerancia, en un ir y venir de personajes en estado de gracia mientras viven su propia desgracia, auténtico bazar de tipos y situaciones caleidoscópicas, de engaños y requiebros y preguntas lanzadas al aire, para acabar descubriendo que Catalina y Petrucho pueden amarse u odiarse, matarse o vivirse, despedazarse, comerse, abrazarse, apuñalarse o salir a bailar de nuevo… pero a lo que verdaderamente están obligados el uno al otro, y entre todos en esta gran fiesta, es a respetarse y a comprenderse.