“No es necesario quemar libros para destruir la cultura. Sólo hay que lograr que la gente deje de leerlos.”
Estas certeras palabras no son mías, son del poeta Bradbury, autor de la novela en la que se basa esta obra universal, ‘Fahrenheit 451’. Un relato distópico que a pesar de sus setenta años de vida sigue en plena combustión. Montag es un bombero que quema libros en un mundo abocado a la felicidad constante, al entretenimiento. Leer está prohibido. Un mundo donde los porches y las mecedoras han desaparecido de los hogares. La cremallera ha sustituido al botón. Esa hora que tenían las personas para vestirse, esa hora dedicada a la melancolía es historia. Las escuelas ahora forman corredores, lanzadores, golpeadores, saltadores, velocistas, repartidores, voladores o nadadores en lugar de profesores, sabios y creadores. El fuego es brillante. El fuego es limpio. La gente no necesita adjetivos ni adverbios. Necesita concursos que puedan ganar.
¿Qué pasa si un día, accidentalmente, un bombero se lleva un libro a casa en lugar de quemarlo?